Loveless
Loveless también es el nombre de una canción y de un disco que cada noche se repite en el equipo. Sentado en aquel deslucido sofá, el hombre escucha su música envolvente y canta una canción acerca del tiempo. Es un shoegazer y se siente solo y lejano de conciertos en otras ciudades.
Una ráfaga de viento entra a la habitación y sacude su largo cabello oscuro y su camisa negra se ajusta a su dorso. En sus ásperas manos lleva una guitarra eléctrica y sus penas desaparecen cuando la rasga. Ahora observa hacia la calle y piensa en esa mujer prohibida a la que no le gustaba su música.
─¡Deja de hacer ese maldito ruido! ─grita alguien de pronto.
Deja la guitarra a un lado y se viste para salir. En las calles no encuentra ninguna señal para él. Solo percibe nombres de personas, cafés y calles con nombres de combatientes de la guerra con Chile. Busca en su bolso unos cigarrillos y se dirige hacia un mirador. Quiere pasar allí la tarde.
Camina por una acera con piedras talladas en forma de ladrillos que muestran el fin de un camino. En el suelo yacen moras que no fueron recogidas. Parece un lugar de suicidas o de encuentros furtivos, o tal vez un aposento de hombres destruidos. Los arbustos se mecen con la brisa del océano y los asientos de madera muestran versos mágicos que crearon sueños y apagaron vidas. Aquel lugar ha sido testigo de encuentros y despedidas al mismo tiempo. Ahora solo queda el silencio.
En un rincón hay una mujer atractiva en cuyo rostro se esconden intrigas. Se acerca a Loveless.
─Te he estado esperando ─le dice ella.
─Solo pude venir caminando ─contestó él.
─La próxima vez no demores, no hay mucho tiempo.
─Solo pude caminar.
Ella le acaricia las manos. Luego le acomoda la camisa. Ambos escuchan el entrechocar de las olas con más detenimiento. Es un sonido profundo. Sus miradas se adecuan a los lentos movimientos de las olas; el agua se refleja en sus ojos. Los recuerdos se unen en aquellos momentos mágicos que se dieron solo en cada noche de luna menguante.
─¿No quieres decirme algo? ─le pregunta la mujer.
─Solo vine a verte.
El atardecer se termina. En el horizonte el mar acaricia el sol. En ese instante él extrae de su bolso unas cartas.
─¿Por qué me devuelves esto? ─se sorprende ella con un estremecimiento.
─Deberías leer lo que me escribiste hace un tiempo. Quizá te ayude a sentir como antes.
─¿Estás devolviéndome mis cartas?
─No, solo te las presto ─le dice y le acaricia el rostro─. También he traído una fotografía para ti.
En la imagen ambos aparecen juntos. Las luces de los faroles recaen en esa escena que es la única evidencia de su relación.
─Ya es de noche, debo irme ─dice ella.
─¡No! ─exclama él─. ¿Cuándo llegará el día que tengas más tiempo para mí?
Loveless decide marcharse por ese camino empedrado. Se da media vuelta sin decir otra palabra y sin ninguna pena. La mujer se queda con la foto, las cartas y una nueva soledad.
Loveless llega a su habitación llena de recuerdos, cigarrillos y pastillas en el suelo. Enciende el equipo de música y observa otra fotografía de ella. En la expresión de su rostro halla la felicidad de no estar solo.
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Loveless es un relato corto que se encuentra dentro del cuento «Canciones para escapar«. Disponible en Amazon.
13 octubre, 2015 at 10:12 pm
🙂 me gustó el relato. Cuando leí el nombre deseé que fuera por ese disco. Amo My bloody Valentine. Gracias por hacerlo sonar de nuevo por estos lugares. Abrazo!
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