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Escritura y música

En este espacio se encuentra una infinita interacción entre versos y canciones

mes

febrero 2016

Descubre gratis mis obras en Kindle

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Estimados amigos,
Hoy celebro el día del amor y la amistad de una manera especial. Por eso, mis obras se encuentran disponibles gratis en formato Kindle.
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Atte.

Gonzalo Castro

El camino nocturno

Los sueños ocultan deseos. El sueño es una caída por la cual se abandona la realidad. Algunos sueños poseen una oscuridad consumada, sombría que no se puede evitar. Huir significaría introducirse en una caída de luminosidad carente de expresión. La oscuridad permanente se confunde con una noche.

Me cuestiono si otra vez caí en el mismo sueño cuando cae una tenue luminosidad que reconstruye las formas ocultas de la noche, aquellos seres mágicos y formas bellas se dejan apreciar. Formas descocidas para los ojos teóricos, pero habituadas en las sensaciones de los enfermos de insomnio y viandantes de los caminos oníricos.

Aquel camino permanece casi oculto en las noches. La tenue luminosidad nos conduce a una vegetación distinta, verdosa, encaminada hacia la soledad, con árboles con caída hacia un foco elíptico. Me cuestiono si llegaré al final del camino o si algún día despertaré. La ansiedad de conocer la respuesta me podría conducir hacia un mundo nuevo, uno donde los seres no conocen el horizonte, sino un camino que invita a un paseo en el tiempo. Finalmente, compruebo que no se trataba de una caída.

La luminosidad de este mundo enrojece los ojos, cae sobre todos los elementos de manera voraz, como si fuera un trueno aquel que lanzaría esa doliente luz que cegaría con el transcurrir del tiempo.

Esta vez me cuestiono si existe un tiempo en este lugar. El camino no termina, cada paso parece poseer el tiempo de una estación, las aves permanecerte solitarias en las ramas de aquella selva que nos protege de la luz que perturba mis primeros recuerdos. Las aves parecen permanecer quietas, impávidas luciendo en sus plumas miles de colores que son el reflejo de la luz.  El ave fénix en reposo se ha ido.

Las mariposas nocturnas en esta selva se impregnan en la visión, se puede apreciar los bordes y la textura de sus alas, pero no podemos determinar su destino. Se dirigen hacia todas las direcciones del camino, temerosas por nuestra presencia.

A la salida de la selva otra vez encuentro aquel río que no puede desbordarse ni escapar por la fuerza imponente de aquellos cerros cubiertos por cristales de nieve transparentes que ocultan el verdadero rostro del cañón. Toda forma rocosa nos recuerda un rostro, pero este rostro es más imponente, porque amedrenta a aquellos que osan llegar hacia la cima que acaricia el cielo azul noche.

Desde la cima, se puede observar al fondo del camino una ciudad de luces amarillas, que vistas desde el cielo, sirven de camino para los espíritus perdidos en el tiempo, aquellos faroles decimonónicos de sus calles son los únicos que brillan nos guitan y son la única compañía del camino de piedras. Las casas en su interior están poseídas por una tenue luz que es vencida por la oscuridad. Las puertas no poseen cerradura, se quedan entre abiertas para permitir la entrada de la luz nocturna o de alguna inesperada visita.

En las habitaciones, algunas personas permanecen desnudas, otras cubiertas. No usan atuendo porque en la oscuridad no se puede saber quien está al lado de uno y si llevan puesto algo de ropa; mucho menos se puede inferir qué es lo que piensan y sueñan. En este lugar no se puede sentir si uno está verdaderamente solo. Abundan los rostros cálidos y solitarios. Las sombras de las mujeres son delgadas, es por la poca luz que entra por las puertas, en este lugar los elementos permanecen inclinados, como si alguna vergüenza hiciera que no estén erguidos, y que los muebles en vez de patas tengan apariencia de garras felinas para no desubicarse de su lugar eterno.

Algunas personas  permanecen con la mirada hacia nosotros y las formas, sin embargo; distantes de sentimientos. En ese instante me cuestiono si esto será para algunos un paraíso. Como poder saberlo si todos tienen una herida umbilical. Solo queda continuar el camino en este delirio de sueño del cual jamás se podrá salir o intentar despertar.

 

Gonzalo Castro

Escuchando Enigma – Out from the deep

Canciones para escapar de la ciudad

El 16 de marzo del año 2003 era la primera vez que viajaba al extranjero, aunque la enésima que estaba en el Aeropuerto Internacional Jorge Chávez. Tenía experiencia en despedirme de personas queridas, por lo general amigos y familiares. Por eso es que en lugares así, uno puede sentir nostalgia y alegría pero también tristeza y desesperación. Las ráfagas de viento que atraviesan el aeropuerto generan una sensación de libertad en los viajeros, pero escalofríos en aquellos que no tienen un boleto de avión. Esta vez quería escapar de la ciudad y país donde había nacido: Lima – Perú.

Al ingresar a la oficina de control solicitaron mi pasaporte y tarjeta de embarque mientras calculaban el peso de mi maleta; en ese momento yo pensaba que más fueron las personas que conocía que atravesaron aquel lugar para irse que las que regresaron alguna vez. A veces yo jugaba con la idea de que el aeropuerto fuese una especie de máquina teletransportadora en su fase experimental: experimental porque en ciertos casos las personas nunca regresaban. En ese error o falla del sistema radicaba su esencia de máquina sin terminar. Pero tras la partida de tantos seres queridos, empecé a considerar el viaje como una posibilidad de escapar de un lugar y de un tiempo: de mi ciudad y de los últimos meses que allí había vivido.

Esa noche abandonaría todo por algunos días. Esperaba regresar pero al mismo tiempo hacía planes para no regresar. Quizá a mí también me correspondía desaparecer en el aire.

─¿Destino? ─preguntó la encargada del control de embarque.

─Santiago de Chile ─contesté.

─Asiento 13b, sala de embarque 18.

También me hubiera encantado conocer Madrid y Londres, pero no me alcanzaba el dinero. Lo más cercano al Viejo Continente eran mis gustos por los grupos británicos que usualmente sonaban en mi estéreo.

Horas antes de llegar al aeropuerto había ido a buscarla. Quería verla antes de partir. Quién sabe si sería la última vez. La vi en la puerta de su casa. Llevaba el cabello sujetado: mala señal, significaba que no estaba nerviosa, y por tanto, distante.

─¿Por qué has venido? ─preguntó.

─Quería despedirme ─contesté─. Me voy de viaje.

─¿Adónde?

─Chile.

─¿Algún concierto?

─No, es solo para conocer.

Ella sabía que Santiago también era una opción para disfrutar de conciertos y festivales. Alguna vez habíamos hablado de viajar juntos para ver a alguno de mis artistas favoritos aun cuando no le gustaran. Ahora había escogido otro camino al estar con otro individuo.

En sus ojos había cierto brillo como si fuese a llorar, pero insistía en mostrarse indiferente. Por eso, antes de cerrar la puerta, solo me dio un beso en la mejilla y me deseó un simple “Feliz viaje”.

─¡Espero que seas feliz con él! ─le dije con cierto resentimiento mientras me alejaba.

─¿Qué es lo que quieres de mí? ─me cuestionó.

En mi mente empezó a sonar [Monaco – What Do You Want From Me?] mientras me imaginaba cantándole esa canción:

“What do you want from me?

It’s not how it used to be.

You’ve taken my life away

Ruining everything”.

─Solo quiero que recuerdes mis canciones ─pronuncié mientras subía al taxi que me llevaría al aeropuerto. Me recriminaba el haber ido a su casa.

Ya en la sala de embarque ajusté mi reloj en dos horas más para tener la hora de mi destino. Mientras esperaba abordar, empecé a tomar apuntes de lo que sería mi viaje y me percaté de que yo era la única persona que viajaba solo: la mayoría de los pasajeros conversaba con alguien, mientras que yo solo cantaba algunas canciones que sonaban en mis audífonos. Las notas para escapar ayudarían a cerrar mi pasado frente a lo nuevo.

Cuando la nave despegó observé cómo se formaba la ciudad con aquellas luces que iluminan las calles de noche. Era muy emotivo pensar que en ese laberinto luminoso yo había pasado toda mi vida. Mientras escuchaba mis canciones, recordaba algo más: aquellos discos con las canciones que había grabado para ella, discos que al principio fueron para mostrarle mis gustos musicales pero que finalmente se convirtieron en pruebas de mi amor. Ahora esperaba que esas canciones también funcionaran en situaciones adversas como este momento, en el cual nos separábamos cada vez más. En el avión, la distancia entre nosotros continuaba creciendo. Entonces empecé a cantar [Stone Roses – She Bangs The Drums]:

“I can feel the earth begin to move

I hear my needle hit the groove

And spiral through another day

I hear my song begin to say:

Kiss me where the sun don’t shine

The past was yours

But the future’s mine

You’re all out of time”.

Esta vez la música me ayudó a no tener miedo a las alturas. Y sabía que me ayudaría a recorrer un camino totalmente incierto..

 

(Esto es un extracto de la novela corta: Canciones para escapar)

Disponible gratis en Amazon hasta el 15 de febrero del 2016

 

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Disfruta de la banda sonora en Spotify

 

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